El infierno y la gloria de Adelia María Harilaos de Olmos, de Walter D'Aloia

Sábado, 06 de Octubre de 2012
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"El infierno y la gloria de Adelia María Harilaos de Olmos", de Walter D´Aloia Criado (Editorial Armerías, Buenos Aires,  2012, 763 pág.) acaba de ser publicado en Buenos Aires. Según nos cuenta Norberto Padilla en su artículo "Retrato de una marquesa pontificia", el libro relata la vida de esta dama argentina con gran influencia en la Iglesia en las primeras décadas del siglo XX. Una pasión de diez años, en la que el autor no ha dejado nada librado al azar (testimonios, archivos inclusive el Vaticano, diarios y epistolarios), se ha plasmado en esta exhaustiva investigación sobre una mujer que supo de infierno y de gloria y que se prodigó en múltiples obras de beneficencia y de ayuda a la Iglesia. Una de las figuras más caracterizadas de la sociedad porteña, su vida se extendió entre 1865, presidencia de Mitre, y 1949, la de Perón. Tras un breve matrimonio, claramente de conveniencia, con Ambrosio Olmos, que había sido gobernador de Córdoba y le llevaba veinte años, heredó su enorme fortuna. Padeció en su infancia el trauma de un padre abandónico y durante su matrimonio una crisis psiquiátrica a cuyas alternativas se refiere el infierno del título. Su recuperación bien puede encuadrarse en el concepto de resiliencia, que Stefan Vanistendael describe como la capacidad de una persona o un grupo para superar grandes dificultades y crecer a través o en presencia de ellas de manera positiva. Tomando su vida y el recién adquirido patrimonio en sus manos, al mismo tiempo que presente en el esplendor de los salones porteños y parisinos, fue dirigente y presidenta de la Sociedad de Beneficencia, promovió la Caja Dotal para Obreros, y construyó hogares para niños y ancianos, hospitales, casas religiosas y templos en la Capital, Buenos Aires y Córdoba, entre otros lugares –el Santuario de la Virgen de la Medalla Milagrosa, en Parque Chacabuco, que hoy flanquea la autopista a Ezeiza es un ejemplo–.Su momento de gloria fue el Congreso Eucarístico Internacional de 1934. Fue entonces la anfitriona del legado papal, el cardenal Eugenio Pacelli, en la residencia que, luego objeto de donación  con cargo, es sede de la Nunciatura Apostólica. Walter D´Aloia Criado describe, con abundancia de datos, este acontecimiento imperecedero de la Iglesia en la Argentina. Nos recuerda el autor, por ejemplo, que, en el mismo barco que el futuro Pío XII viajó, pero en tercera clase, Don Orione, que concurrió a saludarlo a la residencia. Pacelli le impidió hacer la genuflexión de rigor: “Usted es un santo”, le dijo, interpretando el sentir general, confirmado con la canonización por Juan Pablo II, que allí se alojó en las dos visitas al país. La Santa Sede agradeció con la concesión del título de marquesa a la anfitriona –título que también recibió otra dama de la sociedad, María Unzué de Alvear–, y más aún porque con su energía y dedicación, no sólo económica, fue un motor decisivo para que el éxito del Congreso. Desde el pontificado de Pablo VI ya no se otorgan títulos nobiliarios, como parte de la supresión de los resabios  de la corte de los tiempos del poder temporal. Digamos que ni la Iglesia ni el país son los del tiempo de la protagonista de este libro, lo cual es bien patente cuando se repasa la situación planteada por la propuesta que, en ejercicio del Patronato, hizo Marcelo T. de Alvear de monseñor De Andrea como arzobispo de Buenos Aires. La Señora de Olmos fue, con la antes nombrada Señora de Alvear, cuñada del Presidente, de las que movieron influencias para que la candidatura no contara con la aprobación de Roma, aunque no fueron las únicas ni quizás las determinantes. ¿Podemos preguntarnos cómo habría sido el devenir de la Iglesia porteña y argentina con De Andrea en lugar de quienes sucesivamente fueron designados, el franciscano José María Bottaro y el luego cardenal Santiago Luis Copello? De cualquier forma, nunca está de más alertar para bien de la libertad de la Iglesia sobre el influjo del poder político y económico, y hoy, de los servicios de inteligencia a la pesca de vulnerabilidades. Le tocó a doña Adelia conocer el cambio que el arribo del peronismo significaría para su clase y para la forma misma de hacer el bien. Pero, a diferencia de otras señoras, por ejemplo, cuando la intervención de la Sociedad de Beneficencia y su posterior disolución, no le hizo frente. Por el contrario, en el final de sus días, llegaron a la casa de la Avenida Alvear el presidente Juan Domingo Perón y Eva Perón. Casi todos los presidentes habían sido huéspedes de la señora, los más habituales, Alvear y Agustín P. Justo, pero esa vez, la visita era nada menos que para entregar en mano la autorización para que sus restos y los de Ambrosio Olmos descansen en la capilla de las Esclavas, construida por ella para la adoración permanente del Santísimo Sacramento, carisma de la Congregación fundada por Santa Rafaela María Porras, y en la que el cardenal Pacelli celebró misa. Sobre este encuentro se ha fantaseado hasta el cansancio, pero Rosa de Elía de Sánchez Sorondo, sobrina de la dueña de casa, la cuarta persona presente en la habitación, relató al autor poco antes de morir los pormenores de ese encuentro, amable y mutuamente respetuoso y hasta con detalles que despiertan una sonrisa. Con buena pluma, D´Aloia no escabulle las complejidades y contradicciones de una mujer de fe sólida, que tuvo poder y dio con generosidad, todo ello con debilidades y frustraciones. Para quien desee o necesite saber de la vida de la Iglesia en la primera mitad del siglo XX, así como la evolución de la sociedad porteña y del país, este libro ofrece un material inagotable. Las ilustraciones ayudan a conocer a la protagonista y a las obras que dejó y del tiempo en que le tocó vivir.

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